Las mujeres en la gestión del territorio en el Medio Atrato

A la memoria de las pioneras Atrateñas

La primera vez que la señora Encarnación Machado oyó sobre la posibilidad de una organización fue en 1985. “La propuesta era defender los recursos naturales y reconocer la raza de uno, que nunca ha tenido reconocimiento”. A esa primera reunión en Buchadó, su pueblo, muchos no asistieron creyendo que se trataba de una reunión de la Iglesia, pues había muchos misioneros, entre ellos los Verbitas y el padre Gonzalo de la Torre. Luego todos entendieron que la propuesta era articularse, trabajar en colectivo y defender lo que habían construido juntos por siglos en ese territorio. Encarnación fue una de las primeras mujeres en la junta directiva, cuando la Asociación Campesina Integral del Atrato (ACIA) aún no se había transformado en Consejo Comunitario (COCOMACIA). Después fue Fanny Rosmira Salas, la primera mujer en ejercer como representante legal de la organización, entre 2012 y 2016, quien retomó ese legado de las mujeres y continuó con la tarea de “hacerle entender al gobierno que en esta selva había humanidad”. A partir de allí se han seguido enfrentando los nuevos retos, siempre desde la búsqueda del reconocimiento del pueblo negro, la defensa de los recursos naturales, la vida, el territorio, los derechos humanos y desde las nuevas luchas en contra de la guerra y el extractivismo, entre otras. La organización nació a mediados de los ochenta con el objetivo de defender los recursos naturales, debido a la invasión por parte de las empresas madereras, como Maderas Pizano y Maderas del Darién. Los objetivos luego se enfatizaron en la lucha por la defensa del territorio. Actualmente se lucha también por la vida desde todos los sentidos singulares concebidos en la región. Nevaldo Perea, en su libro Soy Atrato, recuerda que la última parte de la década de los ochenta fue de una intensa movilización y de mucho análisis de las realidades por parte de las comunidades negras. Una conclusión potente indica que la “libertad” alcanzada tras la abolición de la esclavitud no le dejó otro camino a los “ancestros” que seguir trabajando “la minería y la agricultura” en esas mismas tierras. Existían, sin embargo, leyes como la 2 de 1959 que declaraban baldíos nacionales los territorios del Pacífico, legitimando así el desconocimiento de las comunidades negras como habitantes y parte integral de la región. Este tipo de análisis promovió la idea de que el problema no era solo de defender los recursos naturales, sino la existencia misma de las comunidades negras y, en especial, el reconocimiento de sus territorios. Más tarde, en los años noventa, lo campesino y lo espiritual establecieron fuertes diálogos con lo étnico y lo ambiental. La irrupción y el fortalecimiento de lo étnico y de la diferencia cultural en la organización colectiva del Medio Atrato coincidió con el recrudecimiento de la violencia política en esta región, con las operaciones militares, con los enfrentamientos entre Ejército, paramilitares y guerrilleros por el control territorial en el río Atrato, con los desplazamientos masivos de las comunidades negras y campesinas y, especialmente, con los asesinatos de líderes religiosos y comunitarios, que habían sido muy importantes en el trabajo de la COCOMACIA.

La ACIA representa un ícono en la lucha de las comunidades negras en Colombia. Su trabajo en la movilización fue fundamental para que el Artículo Transitorio 55 fuera incluido en la Asamblea Constituyente del 91. De allí nació la Ley 70 de 1993, que reconoció el derecho de las comunidades negras a la autonomía y a la propiedad colectiva de la tierra. Este proceso tiene una larga historia, pero uno de los momentos más destacados fue en 1996, cuando se consiguió la titulación de casi ochocientas mil hectáreas como territorio colectivo de 124 comunidades negras de la región del Medio Atrato.
La historia de la COCOMACIA está conectada con la de otros colectivos como las Comunidades Eclesiales de Base (CEBS), las Seglares Claretianas y, en general, con la labor de todos los equipos misioneros y las organizaciones campesinas que para la época hacían parte del Medio Atrato. Sin embargo, siempre que se pregunta por el lugar que ocupan las mujeres en los procesos organizativos, todas coinciden en que ha sido una labor poco reconocida y valorada, tanto a nivel de la región como del país. Frente a ese desconocimiento es que nace la Comisión que busca hacer visible el tema de género al interior de la propia organización y dar protagonismo a los aportes que las mujeres han realizado en más de 30 años de lucha en la región.

“La Comisión de Género nace en el año 2000 como un grupo de trabajo interno de la COCOMACIA centrado en visibilizar la situación de derechos sociales, económicos, políticos y territoriales de las mujeres campesinas que habitan la región del río Atrato y sus afluentes”. La Comisión se reconoce
por su lucha en cuanto a la equidad de género, es decir, por garantizar las condiciones y las oportunidades de participación, incidencia y toma de decisiones por igual entre hombres y mujeres.
Las mujeres que hoy conforman la Comisión de Género recuerdan a lideresas como Victoria Torres,Zulama Cornelia Chaverra, Teresa Moya, Encarnación Machado, Justa Germania Mena Córdoba y otras como pioneras en la lucha por el reconocimiento del rol de las mujeres en los procesos organizativos campesinos y étnicos. Muchas de estas mujeres animaron trabajos colectivos, en alianza con otros grupos como las Seglares Claretianas, para movilizarse en sus comunidades alrededor de temas como la salud, la panadería, las tiendas comunitarias y los grupos juveniles. Estos procesos de participación motivaron la creación del área de género dentro de la organización con el objetivo de “fortalecer las capacidades de las mujeres para la participación social, económica y política dentro del proceso organizativo”.

Son varios los hitos que han marcado la historia del trabajo que han realizado estas lideresas en el Atrato. La primera asamblea de mujeres llevada a cabo en el año 2001 en la comunidad de Tutunendo convocó a más de 200 mujeres. En esta asamblea histórica se conforma oficialmente la Comisión de Género con dos representantes de cada una de las 9 zonas del territorio de la COCOMACIA. Otro hito clave tiene que ver con la Ley 1257, la cual dictó normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres. A partir de esta Justa Germania Mena Córdoba, del Río Beté, emprendió un arduo trabajo en diversos ríos y zonas del territorio colectivo para socializar y sensibilizar a las comunidades respecto al tema de violencia y discriminación. Este momento fue una oportunidad de incorporación de una perspectiva de género en el trabajo organizativo y de gestión de este territorio étnico. Así mismo recuerdan especialmente el 2016 cuando el Ministerio de Cultura reconoció a la comisión de género por su aporte y contribución en la salvaguarda de los sistemas culinarios y la biodiversidad en el Pacífico colombiano.
Actualmente la Comisión está integrada por 7 mujeres Carmen Aides Navia, Jenny Palacio Romaña, Rubiela Cuesta Córdoba, Ana Rosa Eredia Cuesta, Julia Susana Mena Moreno, María del Socorro Mosquera Pérez y Luz Adonis Mena Becerra. “Hoy en día la Comisión de Género es un espacio de formación, facilitación, asesoramiento, orientación a mujeres campesinas desde las mismas mujeres. Se ha convertido en un tejido de amigas, consejeras, constructoras de paz y defensoras de los derechos de las mujeres de los 124 consejos comunitarios” Con más de 17 años de trayectoria son muchas las historias y mujeres que han protagonizado la lucha. Sin desconocer ese trabajo colectivo, en este texto nos acercaremos a las historias de varias mujeres que han hecho parte de la Comisión o de la organización para hacer visibles sus trayectorias y experiencias.

En los próximos artículos Conoceremos un poco de la historia de Oliva Mena Romaña de la comunidad de Piedra Candela en el río Bojayá, Ana Rosa Heredia Cuesta de la comunidad de San José de la Calle, Lucely Rivas Espinosa de Buchadó, Luz Adonis Mena de Altagracia en el río Munguidó y Rubiela Cuesta de la comunidad de Pacurita. Ellas han trabajado desde diversos lugares por la participación y el reconocimiento de la mujer atrateña, estableciendo y desarrollando enfoques de género que incluyen a las mujeres negras y campesinas en los niveles centrales y comunitarios de la organización. Ellas hacen parte de la COCOMACIA, de las memorias y del presente de este importante Consejo Comunitario del Atrato que representa
a la gente negra.

Descargar la cartilla en el siguiente enlace http://hdl.handle.net/10495/13480